viernes, 10 de octubre de 2008

Persia.


Tan conmocionados por la caída de la bolsa en Nueva York, los empleados municipales de Rosario, hacen una huelga. Jueves y viernes. Jueves y viernes de mercado persa sin control municipal.
Los puestos de comida de paso, la gente buscando el lugarcito por donde pasar, y los malditos gritos, no hacían más que cuestionarme que hacía por ahí.
Acomodada en un sillón de mimbre, y rodeada de sahumerios, una gitana leía las manos y aconsejaba no confiar en los escritos, en la puerta de la librería Ross. A su lado, su marido me ofrecía el encendedor que cambiará mi vida, o un pack de tres medias traídas directamente desde los rincones más profundos, de la antigua China comunista.
Entrar a la Falabella, fue imposible. Sus ingresos fueron devorados por puestos de discos piratas, morochos que traducían textos al latín por poco dinero, y mercados de frutas provenientes de islas prohibidas. Enfrente, un gordito no se decidía por unos calzoncillos azules, o rayados. A su izquierda un encantador de serpientes, y dos metros más allá, una rubia negociaba unos pasaportes falsos para escapar al sur.
Seguí caminando la tarde, esquivando chicos descalzos corriendo atrás de vaya uno saber que, animales sueltos y a unos muchachos apostando en una riña de gallos, en la esquina de Córdoba y San Martín.
Poco después de cruzar Maipú algo me obligo a mirar. No fueron los lentes de sol, o las toallas a diez pesos, lo que detuvo mi marcha. El último puesto del mercado ofrecía licores del olvido, y eso llama la atención a cualquiera. En la escalera del Jockey Club conté mi historia al vendedor de bigote falso. Con acento extraño, y en medio del gentío, el tipo cortó mí monologó:
“Usted no necesitar olvidar. Usted necesitar el néctar más rico del mundo, hielo, dos copas y paciencia”
Puso el Tía María en una bolsa papel madera, pagué y me fui. Esquivé a los pibes y a los traductores. Al de la serpiente, la gitana y su marido. La rubia, ya no estaba ahí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me gustó mucho el puesto de chacinados que para Córdoba y Entre Ríos, le dio color a la feria.
También me gustaron las pelotas de tenis que tienen el tamaño de una número 5, pero cómo estan por todos lados después me cansaron.

Anónimo dijo...

La paciencia es el propio amor que guardas en tu alma...ese amor es el que te salva.
todo llega, todo pasa, esto tambien...
besos muchos!!

Anónimo dijo...

ni paciencia, ni olvido. un buen trago, es suficiente...
tu amigA