viernes, 31 de octubre de 2008

En taxi a Peumayen


Todo empezó con un error. Su agenda abierta en mi cama, el café muy caliente, mi curiosidad, y un lunes de junio marcado con rojo. Até cabos camino a la oficina y para la tarde, ya tenía la situación desparramada sobre la mesa. El tipo por fin iba a dar la cara.
Sabía por amigas de ella, que el tiempo que no pasaba conmigo, lo pasaba con él. Le gustaba salir a correr, con su voz al oído. Se dormía tarareando canciones y remarcando zetas en estribillos. De vez en cuando, alguna foto se colaba entre sus cosas, pero nunca me anime a preguntar. El tipo iba a dar la cara ese maldito lunes.
Difícil la salida. Reuniones con amigos. Lo esperamos y le damos una paliza. Secuestramos a su guitarrista. Nos vemos de fiesta con ese Bergia, amigo suyo. Sacas las entradas, y lo enfrentas como hombre. Sacó las entradas y lo enfrento como hombre.
El taxi por Laprida hasta la puerta del teatro, tuvo la tensión de una oficina durante la guerra fría. Cualquier palabra, una coma de más, un mensaje de texto sin explicación y todo estallaría.
Llegamos al Círculo y nos acomodamos. Me sentí un imbécil. La estaba ofreciendo a cuatro filas de él, como en un ritual pagano. Ella, jodida y radiante, no paraba de reír. Seguramente estaba planeando esta huida, desde hace tiempo.
Segundos antes de pararme e irme dignamente, salió a escena. Se miraron. Podrán decir que se mira sin mirar, pero yo se que se miraron. Me vio. Me reconoció e hizo bajar la luz. Para disimular su fallido encuentro (como llamarlo fracaso), canto durante casi tres horas. Para disimular que su concierto fue muy bueno y mantener las distancias, la miré y le dije: “Bien, este tal Aute”. "Es Serrano", respondío seria. La abraze y me reí.

Reemplazos


En un colegio secundario de zona sur, Julieta, reemplaza a la profesora de Literatura y el digital celular, a la tinta que mancha. El frío reemplaza a las estufas y en el aula, la cumbia hace ya mucho que reemplazó a la lectura.
Julieta sabe de esto y reemplaza a los autores clásicos del programa, por una lista que incluye a Dolina, Fontanarrosa, y Soriano. El tercero b, turno mañana, hace rimas groseras con el último autor, y exige el reemplazo de la reemplazante, por hora libre.
Esa misma noche Julieta reemplaza sus sueños de novelista y apuñala, con su almohada, a un alumno de la tercera fila.
A la mañana siguiente, es la directora del colegio secundario de zona sur la que hunde su puñal en la realidad. Su boca, exageradamente roja, asegura que su establecimiento esta reemplazando al núcleo familiar disuelto.

lunes, 27 de octubre de 2008

Ahí estaba.

"Un conocimiento que se calla. De lo que se sabe,
pero se calla, soló pasa entre nosotros medias palabras."


Aunque el tipo de seguridad privada insiste en que el nombre es solamente ilustrativo, todas las noches me doy una vuelta por la “Isla de los Inventos”. Preguntó ansioso por ese dispositivo manipulador de mentes, para que ella diga un si. Al final, lo de siempre. El uniformado a los empujones, las amenazas de denuncias, y el pedido de refuerzos. Otra puerta que se cierra. Manos en los bolsillos, encogí los hombres, y doble por Corrientes. Un cuidacoches que vio la escena, y la de anoche, y la de la otra noche, me dijo:
“La memoria es el antimuseo: No es localizable. De estas se desprenden fragmentos en las leyendas. Los objetos también, y las palabras, son huecos. Allí duerme un pasado. Sorprende aquí el hecho de que los lugares vividos son como presencias de ausencias. Lo que se muestra señala lo que ya no está. Los lugares son historias fragmentarias y replegadas, pasados robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden desplegarse pero que están allí más bien como relatos a la espera y que permanecen en estado de jeroglífico, en fin simbolizaciones enquistadas en el dolor o el placer del cuerpo. -Me siento bien aquí-: es una práctica del espacio que este bienestar en retirada sobre el lenguaje donde se muestra, apenas un instante, como un resplandor. Michel de Certeau, cinco pesos”
Salde la deuda, y seguí. Mañana voy a volver a la isla esta, a ver si por fin, me venden ese aparatito, que tan bien me vendría. Creo que este bigotudo de seguridad, tiene día libre.

miércoles, 22 de octubre de 2008

FGL


Quizás, el silencio de los sábados por la tarde en lo que la ciudad convertiría en Parque de España, permitió que la frase haga eco.
Después, el artesanal trabajo del rumor. El comentario en la esquina, y la admiración en el café. El almacén con verso. El rescate del olvido.
Allá por el 23 de diciembre de 1933, donde hoy esa pareja se olvida del ritmo del centro, se levantaban tantos muros y galpones portuarios que al poeta interrumpido, solo le quedó agregar:
“¿Tenéis un río?, ¿Y porque lo habéis encerrado?”
Poco menos de tres años pasaron hasta la agitada madrugada del 19 de agosto de 1936. Quizás, fue el ruido de esa noche lo que no nos dejó saber que le quedó por agregar esta vez a Federico García Lorca, frente a los fusiles que acabarían con su vida. En Granada. A miles de kilómetros de ese silencioso y cercado Paraná.

viernes, 10 de octubre de 2008

Persia.


Tan conmocionados por la caída de la bolsa en Nueva York, los empleados municipales de Rosario, hacen una huelga. Jueves y viernes. Jueves y viernes de mercado persa sin control municipal.
Los puestos de comida de paso, la gente buscando el lugarcito por donde pasar, y los malditos gritos, no hacían más que cuestionarme que hacía por ahí.
Acomodada en un sillón de mimbre, y rodeada de sahumerios, una gitana leía las manos y aconsejaba no confiar en los escritos, en la puerta de la librería Ross. A su lado, su marido me ofrecía el encendedor que cambiará mi vida, o un pack de tres medias traídas directamente desde los rincones más profundos, de la antigua China comunista.
Entrar a la Falabella, fue imposible. Sus ingresos fueron devorados por puestos de discos piratas, morochos que traducían textos al latín por poco dinero, y mercados de frutas provenientes de islas prohibidas. Enfrente, un gordito no se decidía por unos calzoncillos azules, o rayados. A su izquierda un encantador de serpientes, y dos metros más allá, una rubia negociaba unos pasaportes falsos para escapar al sur.
Seguí caminando la tarde, esquivando chicos descalzos corriendo atrás de vaya uno saber que, animales sueltos y a unos muchachos apostando en una riña de gallos, en la esquina de Córdoba y San Martín.
Poco después de cruzar Maipú algo me obligo a mirar. No fueron los lentes de sol, o las toallas a diez pesos, lo que detuvo mi marcha. El último puesto del mercado ofrecía licores del olvido, y eso llama la atención a cualquiera. En la escalera del Jockey Club conté mi historia al vendedor de bigote falso. Con acento extraño, y en medio del gentío, el tipo cortó mí monologó:
“Usted no necesitar olvidar. Usted necesitar el néctar más rico del mundo, hielo, dos copas y paciencia”
Puso el Tía María en una bolsa papel madera, pagué y me fui. Esquivé a los pibes y a los traductores. Al de la serpiente, la gitana y su marido. La rubia, ya no estaba ahí.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Llueve.


La doña lleva las bolsas del supermercado y apura el paso. En la esquina, tomando una coca, un grupo de chicos intentan adivinar en que charco finalmente la señora, tropezará.
Las palomas que habitualmente giran por el cielo del centro, ya se encuentran protegidas, entre las viejas columnas de una casona de calle Santiago, que supo ser pensión de inmigrantes.
En la esquina de Santa Fe y Mitre, esperan el 115. El clima es perfecto, para invitarla a ir por un cafe. Le pide disculpas por anticipado, pero siente la obligación de cuidar las botas nuevas de ella, que acepta el cafe, y la infantil excusa.

Un abuelo viudo aprovecha y saca sus plantas al balcón. Sonríe. Como si alguien lo mirara de lejos. Siempre lo va a estar mirando, este donde este.
En la iglesia de San Luis y Mendoza, un mendigo comparte frazada con dos perros. Todos duermen a salvo.
Hay una madre que deja faltar a sus hijos al colegio. Se quedan hablando hasta las once en la cama. Juegan, cantan a los gritos y el olor a tostadas, invade la casa.
Preocupada por su primera cana finalmente decide enfrentar la realidad, y saca hora en la peluquería de calle Corrientes, que desde atrás de la ventana nunca lucio tan linda, casi sin gente.
Desde el último domingo llueve en Rosario. Con el olor del empedrado mojado, la gente busca refugio de las gotas. De las pequeñas historias de la calle, no hay paraguas que nos salve.