domingo, 14 de febrero de 2010

Homenaje.

San Lorenzo y Paraguay, hoy por la tarde.
La idea había surgido de un viejo artesano del barrio Pichincha. Cansado de escucharte nombrar y no verte. En los ámbitos más selectos de la escena cultural, o entre las mesas de los bares más oscuros de la ciudad. El monumento a la mujer que roba las noches, se levanta en la esquina de San Lorenzo y Paraguay.
Te capto con cincel. En tu habitad, allá en la altura. Colgada de los techos del insomnio. De aquellas habitaciones, en donde nunca dejaron de soñarte. Los que te tuvieron en los brazos.
Te recreó a escala. En peso, estatura y alma. De piedra, como alguna vez te dije. Y siempre al borde del precipicio.
Camino todos las noches rumbo a tu mezquita ardiente. Y soy uno más, entre todos aquellos fieles que lamentan no ser la voz que reconozcas familiar al otro lado del teléfono y te robe una sonrisa. No saltes sin mí. Y también nos sentimos inútiles. Porque no son nuestros, los brazos que te aguardan si es que algún día algo, te hace caer en la duda.
Llega el amanecer y los gerentes que van al banco, nos esquivan con asco. Varios se despiertan sobresaltados. Yo termino mi ofrenda de tinta y más allá un señor mayor, sacude la espalda de su abrigo. Otro mira su reloj, y aquel sobre la puerta dobla una vieja frazada, te hecha una última mirada y se pierde entre la gente que espera, para cruzar la calle.
La noche llega al fin y aquellos que decidieron pasarla en tu esquina y soñarte en vivo, vuelven a su vida de oficina, café y reuniones con desconocidos. Y ojeras.
A modo de despedida, te ofrecemos como siempre el colchón de pétalos. Puede ser que en esta gris mañana, decidas por fin saltar. La esquina ya esta ocupada por el vendedor de flores. Y quizás hoy, nos ofrezca una rebaja.