viernes, 24 de abril de 2009

Odio ambulante


Llegando a la Terminal de Ómnibus. Siempre el mismo vendedor ambulante, sobre el 120. En sus manos alfileres. Completísimos conjunto de ciento cincuenta alfileres. Prácticos. De diferentes colores. Todas las medidas. Para la mujer de hoy. El regalo ideal para la abuela. De excelente material inalterable en su composición. Factible de utilizarse en diferentes superficies. Con un precio de calle hasta tres veces mayor, al que hoy, a bordo del 120 nos viene a ofertar.
Confieso. Me preguntaba sobre la real utilidad de ciento cincuenta alfileres. Hacía cuentas y el viaje más rápido, redondeando sumas acerca de las ganancias de aquel tipo.
Confieso. Hasta ese martes. En que la colegiala de mirada y pollera gris sentada a mi lado, compró un práctico, completísimo y útil conjunto.
Despacio, sacó una foto de su carpeta en la que se veía sonriendo junto a alguien. Lentamente comenzaron a caer sobre la imagen de él, lagrimas. Olvido. Y alfileres. De punta. Uno a uno.

lunes, 13 de abril de 2009

Café literario


Bajando por Mitre, desde el centro de la ciudad hasta el río, existe una pequeña librería pegada a un café. Los locales en cuestión, comparten la pared. Sus dueños, la mesa. Sobre la vereda, durante el almuerzo.
Entre ruido de tenedores y coches, discuten de fútbol. De economía y política. Gritan y se enojan. Hacen respetuoso silencio. Y acompañan con la vista cuando las chicas de quinto año salen del colegio. Toman su vinito y su descanso.
Algunas tardes, con los platos sucios y las servilletas de papel abolladas sobre la mesa, no saben bien que es lo que se extiende. Si la charla, o el vino. Entonces, se levantan con dificultad de sus sillas, se despiden e ingresan a los locales incorrectos.
Y es ahí, cuando el dueño del bar te invita con un rico café, mientras uno se pierde en las estanterías del pequeño local de libros usados. Es verdad que la búsqueda se hace más amena. Como también es verdad que los empleados del correo preguntan por libros inventados, a cambió de uno. Con tres de azúcar. De las chicas. Por favor.
Al lado, el otro, el de la librería, se niega a servirte un café en jarra. Apoya los codos en la barra. A cambio, recita poemas de Rodolfo Serrano. Con ojos cerrados.


"Nos dicen que la vida es un instante.
Y sin embargo,cuando no estás,
es un noviembre entero (y sin domingos)"

viernes, 3 de abril de 2009

A diario.


Llega a su puesto con el sol. Ambos son empleados puntuales. Ordena los matutinos del día, y se llena las manos de tinta negra. Lee los titulares antes que nadie, y ahora son sus ojos los que se oscurecen. Los aprende de memoria y los sufre. Serán el grito de la mañana entre los autos de la esquina. Santa Fe y Entre Ríos. Mientras dure el rojo del semáfo. Dos o tres minutos.
Durante toda la mañana. Dos o tres minutos. Cuando las señoras aprovechan para cruzar la calle tranquilas. Calor de pavimento. Un Clío azul, compra la muerte de un trabajador después que le robaran la moto. Humo de motores. Al lado de un colectivo, un Fiat se lleva la desaparición de una nena en Córdoba. Bocinas por todos lados. Gritan desde un BMW. La Nación y la pena de muerte. Insultos de ventanilla a ventanilla. Sube el dólar, los casos de dengue y el odio. Alguien pidió La Capital. Dos o tres minutos.
Muchos dos o tres minutos. Y el sol del mediodía empieza a asesinar la esquina. El pibe se deshace de las últimas malas noticias. Ella asoma por Santa Fe. Camino a su trabajo. Desaparecen los autos, y el humo de la calle se retira humillado. Los hombres se vuelven sombras de sus sombras. Las bocinas enmudecen y solo hace eco en el pavimento su caminar apurado, los suspiros de ocasionales testigos. Y los insultos al reloj. Convenientemente, el semáforo da tres luces celestes. Como en el tango.
Nervioso. En una mano los diarios. Con la otra se va peinando a las apuradas. Susurrando, él la sigue: “Sabías rubia, que el helado no engorda…unos tipos en Alemania…científicos, creo…mira página diez”. “Acá, fíjate. El calendario occidental es mentira. Estudio antropológico de la Universidad de Salamanca…en serio, ¿a que escuela vas tan apurada? “Ofrecen recompensa por tu cuerpo. Te buscan viva, se quedaron cortos con el dinero”.
“Hoy estas más hermosa que nunca, ¿lo sabías? Lo dicen las encuestas”.
Llega a destino y fín. Ella se pierde en una puerta. Alguna vez el banco hizo lo mismo con los ahorros. Secuestra a la rubia con la misma rigidez entre sus rejas. En ningún momento lo distinguió de la escenografía de la esquina. Del bache a mitad de calle. De aquel árbol o ese bar. El pibe cree que le roba una sonrisa con sus noticias. Ella sabe que son de ayer.