domingo, 21 de septiembre de 2008

The Plan.

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=395396


El plan era realmente ambicioso. Luego de innumerables reuniones en las grises tabernas del lugar, los antiguos vecinos fueron quiénes más presionaron para reflotar la idea.
Ante aquellos viejos empleados del ferrocarril inglés, a los más jóvenes no les quedó otra opción que acatar. Son más de ciento veinte años lo que esperó este proyecto en algún cajón del barrio más londinense de la ciudad, y lo que fue una utopía para los primeros habitantes de este poblado, hoy era la reivindicación de la corona.
Contaban sin duda con el apoyo del gobierno inglés, o de la policía secreta. Experimentados en este tipo de invasiones, desde las más altas esferas del Palacio de Buckingham, solo pedían tranquilidad. “La ansiedad los dejará con las manos vacías. Es el detectar el momento indicado, lo que llevo nuestro imperio adelante. Son hijos de la Corona, y su triunfo será el nuestro. Buena suerte”, cerraba la misiva enviada y firmada por un asesor de la reina.
El conflicto del campo, dio la señal. Rápidamente, en el Batten Cottage y el Morrison Building, aprovecharon el desvío en la atención de los pobladores locales. Las noches previas se hacían eternas. Imaginaban un Monumento entre la niebla, un río gris. Cúpulas y bruma. En pocos días pusieron en marcha el plan, destruyeron la evidencia, y sobornaron con libras esterlinas, a los carteros que habían escuchado algo del tema.
Hoy mientras la mayoría de los rosarinos maldice el humo matutino en la cola de los bancos, donde nace avenida Alberdi, hay un puñado de ingleses que sonríen.
Después de mucho tiempo se levantan temprano, y beben té. No se cansan de respiran profundo y se sienten como en casa.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Madrugada


Hace tres horas, que ya es miércoles. Enumera en silencio cuanto le resta por dormir, y el ejercicio lo desvela aún más. Solo para complicar, repasa la rutina de mañana. Imagina escenas perfectas, discusiones frente a su jefe en donde esta vez, es su grito el que pone el punto final. Le sobra noche y calcula con regla de tres simple, sus probabilidades matemáticas de quedar encerrado en el ascensor con ella solo los minutos suficientes. Cambiará su historia, tachando algunos días, y sumando horas a otros, que no tendrían que terminar nunca. Tomará otras decisiones. Imagina los brazos en donde va a morir.
Sabe el destino de estos planes vampiros.
Morirán con la luz del rutinario día, atravesada en el pecho.
A cinco pisos de su cama, un reproche se escucha por Catamarca.
Ya testigo en el balcón, escucha acercarse a alguien desde el lado del río. Primero el lamento, después la sombra, y finalmente el cuerpo. (“¿¿¿…Que nos pasó…que nos pasó…???”). A esta hora, es pleno dueño de la calle y de sus lamentos. Arrastra los pies, el dueño de la calle.
Sesenta años. O más. O menos. Tiene barba canosa y eso siempre desorienta. En la esquina con Entre Ríos, se detiene ante el enemigo en construcción.
Levanta la vista y su voz retumba en la noche, y en el gris de la estructura:
“… ¿Que nos pasó…que nos pasó…si yo te esperaba siempre en este bar…que nos pasó? Si todavía te espero en esta esquina...Me estas enterrando vivo, ¿te das cuenta?...me estás enterrando vivo…date cuenta, por favor”.
Silencio. Caminó un par de pasos y giró para decir algo más, pero no lo hizo. Unos metros antes de llegar a Corrientes, seguía moviendo la cabeza como un péndulo. Al mismo tiempo se pasaba la mano por la cara.
Desde el balcón se dejó de ver, y el sol...el sol sicario se niega a salir.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Arpa

Sinfonías Urbanas, de juannypg´s, en Flickr.


Algo más de diez millones de pesos, es el costo estimado por la municipalidad de la ciudad, para las reformas arquitectónicas de la peatonal Córdoba.
El cambio de baldosas, el adiós a las antiguas cabinas telefónicas y la desaparición de los pequeños bancos y sus antiguos jubilados, trajo a la ciudad un par de días con comerciantes quejándose por los costos y concejales defendiendo la inversión.
La gente camina apurada por el flamante empedrado. Va esquivando escombros y tristezas. Obreros trabajando y miradas.
Cerca del anochecer, el sonido de un arpa. El ritmo de Córdoba se vuelve una película italiana de los años treinta. Alguien grita acción y sin maquillaje, los payasos gigantes, los ángeles de lata, y los locos de siempre, se vuelven personajes, improvisan un guión.
Resulta conveniente, que la historia transcurra en blanco y negro.
Los grises empleados de oficina, la telefonista del banco que quita el sueño y los extras de ocasión saltan a escena. Todos cumplen el papel asignado a la perfección.
A ella y su arpa, poco le importan los millones que costaron las tablas del escenario que hoy ocupa, y toca sus piezas con ojos cerrados. Como suele ocurrir en esta clase de espectáculos, el programa de cada noche se financia a voluntad y por fin en la ciudad, aparecen las monedas.
Y aunque la rubia de falda bordó, parece ser una mujer joven, ella esta más cerca del arpa, que de la guitarra. Como pasa a veces con las ganas.