jueves, 24 de julio de 2008

Sueños.

De frente, el hostel. A la derecha, la casa del Che.

Hace ochenta años, segundos antes de ingresar en su primer sueño, Ernesto se durmió mirando el alto techo de la habitación del segundo piso de Entre Ríos 480.
Paso el tiempo, y estos sueños fueron improvisando camas, a través de todo el continente.
Desde la Isla de resistencia hasta la escuelita boliviana de La Higuera, hubo noches de techos descascarados, y noches de estrellas. De frazada que pica en el cuello, y frío hasta la asfixia.
Noches de sueños. Tan grandes, que no cabían en una noche. Que viajaban, que despertaban pasiones, que dignificaban, que juntaban gente, que estiraban la mano, que escribían con sangre, y disparaban con tinta. Sueños que fueron hijo, amigo, doctor, maestro, ministro, guerrillero, asesino o compañero. Que liberaban al ser liberados.
Siempre hay un principio, y fue en esa habitación donde despertaron dormidos, esos sueños por primera vez. Humildes sueños de chico, seguro, de bocanadas de aires profundas y sin agitación, de amores imposibles, de juegos al aire libre o de hospitales y guardapolvos.
Desde entonces son muchos los viajeros que hacen el camino inverso, y llegan desde todas partes del mundo a buscar esa ventana enorme desde donde, aseguran, salen los sueños que cambian la historia.
Se los pueden ver. Mezclados en la esquina con Urquiza, entre los que esperan el colectivo, bostezan obligados, apurando a la noche y a ese sueño buscado a través de los días.
En la esquina, frente a la casa natal del Che, han abierto un hospedaje, de apellido Guevara. No va a ser cosa, de que si ese sueño llega, nos quedemos sin una cama cerca, para empezar a hacerlo nuestro.

miércoles, 23 de julio de 2008

Jueves.

Los restos del Imperial. Corrientes, casi Tucumán.

(…)El mundo entero es pasado por el cedazo de la industria cultural. La vieja esperanza del espectador cinematográfico, para quién la calle parece la continuación del espectáculo que acaba de dejar, debido a que éste quiere precisamente reproducir con exactitud el mundo perceptivo de todo los días, se ha convertido en el criterio de la producción. Cuanto más completa e integral sea la duplicación de los objetos por parte de las técnicas cinematográficas, tanto más fácil resulta hacer creer que el mundo exterior es la simple prolongación de que se presenta en el film (…)
Fragmento de”La Industria Cultural”, Adorno & Horkheimer


El viejo mandato de reproducir el mundo de todos los días, es el último estreno de la cartelera del cine Imperial. Cerrado por problemas económicos, o por lastima, hace ya unos veinte años, en su antigua puerta principal vive un mendigo panzón de pies descalzos y cabeza enrulada.
Corrientes, su tránsito y su vereda rota es, en si misma, la gran pantalla que ahora continúa con el espectáculo. No son muchos los asistentes que se detienen a mirar la función, o los que se preguntan que fue primero.¿El mendigo o el cine destruido?
Aquellos pocos que pagaron su entrada, comentarán al final del día, en el ascensor o en la cola del súper, la escena vista hoy. Dudarán sobre el final. No recordarán nunca, si fue en la calle, o en el cine. Quizás fue en ambas.