domingo, 26 de septiembre de 2010

Bienvenida


La primavera baila con pies descalzos por las veredas recién baldeadas de la ciudad.
Se ve en los basureros que abandonan sus puestos de trabajo en la calle, para besar colegialas en el día del estudiante. Pelo largo. Y falda corta.
El lustrabotas de Corrientes y Córdoba, dibuja margaritas en los zapatos de los tipos que entran al edificio de la Bolsa de Comercio. Cuando los clientes de corbatas italianas dejan de mover dólares por celular, se dan cuenta y no le quieren pagar. El lustrabotas artista y jardinero, les grita que pongan los zapatos al sol y los rieguen. Por la mañana y a la nochecita.
Un taxista apaga la radio. Apoya su codo en la ventana. Pide permiso y se prende un porro.
La estatua viviente renunció a su trabajo. No pasa más de cinco segundos en su pequeño altar, que empieza a reírse a carcajadas y abraza a todo aquel cristiano que pase caminando. Salen todos manchados de blanco, por Córdoba. Si alguien acerca una moneda, les invita con vino.
Hoy estoy tan seguro que vendrás a vivir esta primavera mínima, que ni el péndulo del reloj en la Torre de los Ingleses, se atreve a contradecirme.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Primer Piso

Mitre 411

Cuando el solcito de la mañana, empieza a calentar sus cuerpos, ellas asoman al balcón. No se sabe con certeza si son primas o hermanas. Vecinas, quizás.
Abajo, los obreros de la oficina ganan la calle y se van a morir atrás de un escritorio. Entre folios, biromes que nunca funcionan y un teléfono. Recién planchados de pies a cabeza. Quizás, no vuelvan a sus hogares.
Ellas los piropean.
Si algún caballero se da por aludido y levanta la vista buscando el cuerpo de la voz, las tres se hacen las distraídas y miran para otro lado. Después se señalan una a la otra, con cara de sorpresa y se ríen a carcajadas. La pelirroja es la peorcita de todas, dicen las viejas. Siempre con uno distinto.
Todos van con la oreja parada por Mitre. Campaneando para arriba.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La huida

Teatro El Circulo, sábado 4 de septiembre.

Eco de último aplauso, y Serrano que abandonaba las tablas. Su sombra se hacía una, entre las sombras más oscuras que nacen en el futuro, en la incertidumbre o en la parte de atrás del telón de El Circulo.
Un técnico ganó la escena. Volvió a enfundar la guitarra, que todavía olía a pólvora. Otro, desconectaba luces y el sonidista robaba el último número de teléfono de la función, a una desprevenida rubia de fila tres.
Dos empleados de limpieza, caminan entre las butacas del teatro ya vació y en silencio. Iban y venían. Uno encontraba cosas. Una bufanda con perfume de mujer. Un par de anteojos. Un celular. El otro barría despacio. Silbaba. Se detiene ante un papel abollado. Apoya la cansada escoba sobre la pared y desparrama su cuerpo sobre la butaca 354. Extiende el papel sobre sus piernas. Eran los planos de una huida.