viernes, 24 de abril de 2009

Odio ambulante


Llegando a la Terminal de Ómnibus. Siempre el mismo vendedor ambulante, sobre el 120. En sus manos alfileres. Completísimos conjunto de ciento cincuenta alfileres. Prácticos. De diferentes colores. Todas las medidas. Para la mujer de hoy. El regalo ideal para la abuela. De excelente material inalterable en su composición. Factible de utilizarse en diferentes superficies. Con un precio de calle hasta tres veces mayor, al que hoy, a bordo del 120 nos viene a ofertar.
Confieso. Me preguntaba sobre la real utilidad de ciento cincuenta alfileres. Hacía cuentas y el viaje más rápido, redondeando sumas acerca de las ganancias de aquel tipo.
Confieso. Hasta ese martes. En que la colegiala de mirada y pollera gris sentada a mi lado, compró un práctico, completísimo y útil conjunto.
Despacio, sacó una foto de su carpeta en la que se veía sonriendo junto a alguien. Lentamente comenzaron a caer sobre la imagen de él, lagrimas. Olvido. Y alfileres. De punta. Uno a uno.

1 comentario:

gustavo dijo...

No podes ser tan ingenuo de no saber para que sirven 150 alfileres... es broma. muy lindo tu relato. Abrazo. Gustavo

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