viernes, 3 de abril de 2009

A diario.


Llega a su puesto con el sol. Ambos son empleados puntuales. Ordena los matutinos del día, y se llena las manos de tinta negra. Lee los titulares antes que nadie, y ahora son sus ojos los que se oscurecen. Los aprende de memoria y los sufre. Serán el grito de la mañana entre los autos de la esquina. Santa Fe y Entre Ríos. Mientras dure el rojo del semáfo. Dos o tres minutos.
Durante toda la mañana. Dos o tres minutos. Cuando las señoras aprovechan para cruzar la calle tranquilas. Calor de pavimento. Un Clío azul, compra la muerte de un trabajador después que le robaran la moto. Humo de motores. Al lado de un colectivo, un Fiat se lleva la desaparición de una nena en Córdoba. Bocinas por todos lados. Gritan desde un BMW. La Nación y la pena de muerte. Insultos de ventanilla a ventanilla. Sube el dólar, los casos de dengue y el odio. Alguien pidió La Capital. Dos o tres minutos.
Muchos dos o tres minutos. Y el sol del mediodía empieza a asesinar la esquina. El pibe se deshace de las últimas malas noticias. Ella asoma por Santa Fe. Camino a su trabajo. Desaparecen los autos, y el humo de la calle se retira humillado. Los hombres se vuelven sombras de sus sombras. Las bocinas enmudecen y solo hace eco en el pavimento su caminar apurado, los suspiros de ocasionales testigos. Y los insultos al reloj. Convenientemente, el semáforo da tres luces celestes. Como en el tango.
Nervioso. En una mano los diarios. Con la otra se va peinando a las apuradas. Susurrando, él la sigue: “Sabías rubia, que el helado no engorda…unos tipos en Alemania…científicos, creo…mira página diez”. “Acá, fíjate. El calendario occidental es mentira. Estudio antropológico de la Universidad de Salamanca…en serio, ¿a que escuela vas tan apurada? “Ofrecen recompensa por tu cuerpo. Te buscan viva, se quedaron cortos con el dinero”.
“Hoy estas más hermosa que nunca, ¿lo sabías? Lo dicen las encuestas”.
Llega a destino y fín. Ella se pierde en una puerta. Alguna vez el banco hizo lo mismo con los ahorros. Secuestra a la rubia con la misma rigidez entre sus rejas. En ningún momento lo distinguió de la escenografía de la esquina. Del bache a mitad de calle. De aquel árbol o ese bar. El pibe cree que le roba una sonrisa con sus noticias. Ella sabe que son de ayer.

2 comentarios:

Meli dijo...

De vez en cuando tengo la sensación de que me están mirando de lejos... Será verdad o solo pasa por los años???
Por suerte, lo rubio me tapa las canas...

Si te llega el mediodía cerca del puesto de diarios, acordate que probablemente tenes un celular en el bolsillo...

Unknown dijo...

Mago: Has logrado sacar palomas del sombrero mientras escribes.
Gracias por pasar por mi blog. He encontrado a muchos de esos amores. Me he convertido en alguno también. Nadie está excento.

Saludos!