miércoles, 1 de julio de 2009

Ah1n1.


El vigilante de la esquina ya me lo había comentado en la pizzería del barrio, la noche de San Juan. De a poco, la noticia empezó a hacer ruido en medios locales.
Los misteriosos asesinatos ocurridos en los últimos días, hicieron pensar lo peor en las máximas autoridades de la ciudad. Las pruebas recogidas por científicos forenses de la policía y la saña en los cuerpos irreconocibles, que iban llegando a la morgue municipal, solo mostraban un único camino. La Logia del Barbijo, había regresado.
Fundamentalistas de la salud. El origen de este grupo se remonta a la edad media, donde arrojaban niños mal formados a precipicios, o quemaban vivos a victimas de enfermedades que consideraban malditas. Con la creación en Ginebra de la Organización Mundial de la Salud, en 1948, muchos pensaron que el grupo de fanáticos se había disuelto. Los últimos hechos, demostraron lo contrario.
El jueves por la tarde, un 153 rojo se detuvo en avenida Pellegrini. El chofer logró escapar y refugiarse en un bar. Otros pasajeros corrían, lloraban o se desmayaban. Cuando dos miembros del comando radioeléctrico se acercaron cautelosos al vehículo, la escena era estremecedora. Una mujer había sido despellejada viva en el asiento de atrás. El motivo, un estornudo.
En el Coto de calle Urquiza un hombre y su pequeño hijo encontraron la muerte. Fueron lapidados con latas de duraznos y hongos. Y tomate. En cuanto el mayor intento sacar un pañuelo de su abrigo. En la plaza 25 de mayo, varios cuerpos aparecieron colgados de los postes de luz. A todos, se les había arrancado la nariz. Sin más.
Hasta ayer, el panorama de la ciudad, era desolador. Todas las estatuas, habían amanecido con un barbijo sobre sus cuerpos de bronce. San Martín en la plaza de Jefatura. Las imágenes de Lola Mora en el Pasaje Juramento, Olmedo en la estación Rosario Central y hasta el Che detrás de la cancha de Central Córdoba, en 27 de Febrero. Las farmacias, fueron saqueadas y la Catedral incendiada con algunos feligreses dentro. La esperanza es poca. Por Boulevard Oroño las parejas ya no caminan abrazadas y sus palmeras se mueren de soledad.
Escribo esto, sobre un pañuelo descartable y lo abandono en la mesa de un café. Tengo los ojos llorosos y los acodados en la barra comienzan a inquietarse. El cosquilleo en mis fosas nasales, anuncia el fin. El mozo me señala disimuladamente. Escucho el ruido de varias sillas que se arrastran a la vez. Sombras que se acercan violentamente. Si, son las mismas máscaras de las que hablaba el periódico. Vienen por mí.

3 comentarios:

constanza dijo...

Nos preocupamos por gripe A,B,C como quieran llamarle , y acaso nos nos preguntamos cuantos niños mueren por la pobreza?
Es todo un sistema politico,la gripe A por cierto es una herramienta para que la sociedad no mire mas alla de eso,como siempre sucedio en la historia argentina..

muy bueno!

fher dijo...

muy muy bueno!! me gustó mucho.
pero la verdad no se cuanto tiene de fantástico el relato, cuanto puede faltar para empezar a ver esas reacciones en la gente si esto no pasa pronto?

un abrazo

gustavo dijo...

El colectivero que se metió en el bar es un irresponsable que merece ser lapidado. La única solución para la humanidad es el aislamiento y el alcohol en gel.Espero que al acercarse tus victimarios no te hayas movido,así se sufre menos que con una inútil e improbable huída.Todos moriremos la H1 N1 nos encontrará. Lo lamento.