miércoles, 21 de enero de 2009

Aquí


“Los incautos son hijos del país”, decía González Tuñon. Enrique González Tuñon. Y continuaba. “El argentino –por ejemplo- quiere deslumbrar a París con su elegancia, es el inventor de la gomina”

Mi criollo plan después de dos años de no estar, era sorprenderla. Opte por llegar de mañana a esta ciudad de parpados caídos. Bien temprano, casi de noche, para agarrarla desprevenida y despeinada, tomando café.

Fue imposible. Zamora es mujer, y siempre termina sorprendiéndome. A las pocas horas me hizo salir de la habitación del hotel, para mostrarme la nieve, que yo no conocía. Y después me abrazaba esta ciudad, con los brazos prestados de quienes la habitan ocasionalmente. Y me explicaba, con tono de maestra que las distancias no existen. Y que el tiempo, es algo loco, un tópico temático, para que las viejas hablen en la peluquería o en la fila del supermercado.

Y ya salí a caminarla. A perderme por sus callecitas de laberinto. A mojarme con su Duero o tomarme un buen tinto en sus oscuros garitos. En uno de esos paseos, le confesé que los lunes al mediodía, en la esquina de San Luis y Corrientes, me daba por pensar en ella y en este silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es increíble como muchas veces la distancia se vuelve sólo un número. y el tiempo?...solo transcurrimos en él...
nuestra mente nos informa que algo ya paso, o que algo vendrá.ahí,entonces, lo nombramos tiempo.