sábado, 30 de enero de 2010

Gardel


Gardel nació dos veces. Una, la oficial, fue el 11 de diciembre de 1890 en Toulouse, Francia. La otra, más de entre casa e hija del rumor con el que se construyen las buenas historias, en Tacuarembó algunos años antes. 1887, uruguayo.
A los dos años y medio ya jugaba por las calles del barrio del Abasto. Porteño y caradura. En 1923, se nacionalizo argentino y diez años después llego a Rosario. Colmó las localidades del teatro Broadway y al finalizar el concierto, fue agasajado por la Alianza Francesa en la ciudad.
Allí, en plena cena, creyó volver a ver a Ana, a quién ya había vislumbrado sentada sobre un sector de la platea, junto a la hija del embajador francés y sabe dios quién más. Movió algunas sillas, tomo dos copas y se acercó hasta donde estaba ella. Le ha gustado el concierto. ¿Usted canta? Me pareció verla en la platea. No era yo. Disculpe, no quise molestarla. Deje la copa, por favor y siéntese, que estas fiestas suelen ser muy aburridas. ¿Así que usted canta?
Hablaron y rieron. El, mostro sus títulos y ella se mantuvo indiferente. De vez en cuando se quitaba el pelo de la cara y eso a el le gustaba. Hablaron y rieron. En esa hora en que nadie se acuerda de nadie y los mareados se llevan abrigos con los que no llegaron, se escaparon del lugar.
Caminaron por Laprida hasta el rio y el insistió en acompañarla hasta la casa. Por la calle Salta, algunos trasnochados que andaban por ahí, lo vieron pasar. No, no podía ser el. Otros, ante la duda lo saludaban y el respondía amable. Adiós muchachos. Buenas noches señora. Aquí, acompañando a la señorita, que no son horas para una mujer bien, verdad?.
Se detuvieron frente a la puerta de un pasillo de calle Jujuy. Casi llegando a Callao. Allí, el cantor de los cien barrios porteños, volvió a ser un pibe. Y enamorado, prometía más conciertos en Rosario. Cantar, todas las noches en el Broadway. Infinitamente, hasta que usted, Ana me acompañe. Aunque no venga nadie y me quede sin voz. Hasta que mis músicos renuncien y los diarios olviden. Gratis, en esta misma calle. Ana, venga conmigo.
Un farol de luz se prendía y apagaba con el viento.
Ana sonrió. Balbuceo que era tarde y que su padre debía estar preocupado. Ante el beso final, corrió la cara, apoyo su mano en el hombro de Gardel y le dijo que se vaya. La comprometía.
Gardel murió dos veces. Una en 1935 en mitad de una gira por el Caribe, en el Aeropuerto de Medellín, el 24 de junio de 1935. Los que lo conocían, aseguran que fue antes, en 1933 después de un concierto en Rosario. Bajo un farol que se prendía y apagaba, una puerta se cerraba.

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